Si lo trabajo, me ayudas, Señor, a eliminar cualquier vestigio de crítica, juicio, condena, exclusión y desamor. Que logre superar la separación entre buenos y malos y entienda que tú estás en todas las personas.
Si miro con tus ojos y amo con tu corazón, veo a los enemigos como entrenadores de paciencia o perdón que me pulen. También los “malos” tienen un yo sagrado y, aunque fallen, tú estas en ellos porque son parte tuya.
Bendito Señor, en lugar de juzgarlos debo amarlos y aceptarlos; en lugar de condenarlos, puedo tratarlos con compasión. Cuando yerran “no saben lo que hacen” y lo mismo hago yo cuando me aparto de tu lado.
Padre celestial, en un plano de amor todo está bien programado y las tinieblas son tan necesarias como la luz. El reto es amar en lugar de juzgar y comprender en lugar de odiar. Estoy en la tierra para unir, no para enfrentar. Gracias Dios mío.