Te escucho, Dios mío, muy dentro de mi y siento que me sonríes, me abrazas y me susurras muy quedo: “Te amo infinitamente y siempre estoy contigo, siempre. Te amo y nunca te dejo.
Soy ese ser con el cual peleas en tus azares y creo en ti, aunque tú a veces no creas en mi. Eres parte mía, eres un rayo de mi luz como lo son todos los seres humanos, incluso los que andan en la inconsciencia.
¿Por qué dudas de Mí y de ti? ¿Dónde está tu confianza? Llegó la hora de creer firmemente y esperar ardientemente. Llegó la hora de amar aquí y ahora y no perder tu paz en un ayer que no existe o en un futuro incierto.
Llena tu vida de luz con una aceptación serena de ti mismo, de la realidad y de los demás. Te amo infinitamente y te recuerdo que eres capaz de vivir todo lo que te llega. Soy tu Creador, al final todo estará bien”.