Hay días oscuros en los que acaso peleo contigo, oh, Dios, no le encuentro sentido a nada y mi fe es una flor marchita. La verdad es que todos, “malos” y “buenos”, conocemos el dolor y la tribulación porque la vida es un sube y baja para todos.
Quiero creer en ti, permanecer firme y creer que, poco a poco, se irán las desilusiones y llegarán días de gracia. Volveré a ver la luz porque mi destino no es descender peldaños hasta el fin en la escala de la vida.
La adversidad no es un castigo divino, es una experiencia de aprendizaje en el exigente arte de amar. Si no sucumbo, mañana podré decir lo que tantos han afirmado, aunque suene absurdo:
“Esta crisis es lo mejor que me ha pasado en la vida. Fue duro, pero gracias a ella mi vida es mejor”. Todo problema tiene su solución para aquel que ama y sabe esperar. Por eso confío en ti, Señor y sigo adelante.