Amado Dios, a veces siento el alma desgarrada, sólo tengo un ápice de fe y sobrevivo en un limbo lleno de brumas. Acaso lucho con los recuerdos y me pierdo la magia del ahora, asediado por los miedos y las dudas.
Más aún, es tal mi sensación de orfandad que peleo contigo y no le veo sentido a la vida. Olvido que tú, mi Jesús, estuviste en ese desierto, te sentiste mal y tuviste hondas pruebas de fe sobre todo antes de tu muerte.
Por eso quiero perseverar, buscar ayuda, calmarme y creer que saldré de las oscuras cavernas. La vida no es un absurdo y puedo poner a raya el mal al aquietarme y reavivar la fe. Me animo y vuelvo a confiar en ti Señor y en mí.
Imito a los náufragos que soportan lo indecible y se salvan cuando ya los daban por perdidos. No es fácil, pero afronto el hoy con esta certeza: Mi luz nace de creer, mi fuerza de esperar y mi descanso de amarme y amar. Gracias Dios de amor.