Dios mío, me das calma

Dios mío, Padre de la luz, en ocasiones estoy tan atribulado y desubicado que me siento persiguiendo sombras. Mi vida semeja una pesadilla sin fin y la llamita de la fe parece estar a punto de extinguirse.

En esos momentos es cuando más te necesito y, tú sabes que a ratos peleo contigo en los momentos tormentosos y aciagos. Sin embargo, quiero confiar en ti mi Dios y entender que hay pruebas necesarias para crecer en el amor.

Todo lo que vivo lo puedo sobrellevar si estoy contigo, me amo, creo, no me aíslo y persevero. Un día llega la primavera, el sol vuelve a brillar y dejo de rodar por la pendiente del desespero.

Eres un refugio seguro, nunca me dejas y con tu amor sigo adelante y la cruz se vuelve liviana. Tú, Señor. Me das una confianza firme, me comprendes, me iluminas y me susurras al oído: “No temas, estoy contigo y te amo”.